La desaparición de un ser querido es una ausencia sobrevenida que conmociona al entorno más cercano, con muchas preguntas y pocas respuestas. Esta nueva realidad a la que se enfrentan miles de personas en nuestro país y cientos de miles en el mundo, supone un antes y un después en las vidas de los familiares que se ven afectados. A pesar del tiempo transcurrido, el sufrimiento que provoca la incertidumbre no encuentra acomodo. La afectación psicológica que sufren los familiares y allegados de personas desaparecidas ha sido descrito por primera vez en nuestro país como un impacto traumático de primer grado.

Precisa apoyo comunitario, espacios para la expresión emocional, enfoques de salud y asistencia social, acciones contra el olvido y, al mismo tiempo, demanda respuestas eficaces en la investigación policial y criminológica, en los dispositivos de búsqueda, en la ciencia y la tecnología, en la legislación, en los organismos oficiales -incluidos los más cercanos-,  o en la prevención de situaciones de riesgo, especialmente en los grupos de población más vulnerables: menores, personas con problemas de salud mental– depresiones, esquizofrenias, autismo..- o enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer, que afecta de manera significativa a las personas mayores.